lunes, 29 de agosto de 2011

Había una vez, un niño llamado Sueño, que vivía en el lugar más hermoso del universo. Sueño anhelaba crecer y conocer otros mundos. Sueño se la pasaba por allá en lo alto, por las nubes jugando y jugando todo el día. Una vez Sueño se dio cuenta que él no crecía como crecían sus amigos, además empezó a sentirse muy débil y poco a poco perdió sus ganas de jugar. Un gran día, llegó un mensajero que llevaba consigo un maletín muy especial que contenía alimentos para así fortalecer y hacer crecer a Sueño. Desde el mismo instante en que aquel mensajero llegó, Sueño empezó a sentirse mejor y mejor, ya que cada día aquel mensajero lo alimentaba con aquellos manjares. Muchos caldos de constancia con fuerza, platos muy nutritivos de voluntad y trabajo, postres hechos a base de paciencia, fantásticos jugos hechos con decisión y lo más importante; tratándolo con mucha confianza. Sueño creció y creció, y dejó de ser Sueño para convertirse en META y, claro que siguió jugando pero ya no por las nubes, sino aquí en la tierra. Cada vez más conoció otros mundos; mundos como la felicidad y la satisfacción y un día no muy lejano, Meta dejó de ser Meta y se transformó en REALIDAD.





La constancia, y el creer en ellos, es su manjar de todos los días. Creamos en que los sueños van a llegar a ser más. No los dejemos guardados adentro de un cajón, debajo de la almohada, o encerrados ante el primer golpe..

1 comentario:

 Santiago dijo...

Te prometí que te iba a comentar tomando el privilegio de que los hayas puesto por mi y colgué :P

Me encanta el pos', una vez leí en un placard "Hay dos tipos de hombres los que sueñan dormidos y los que sueñan despiertos. De estos últimos es que hay que preocuparse porque los que sueñan despiertos hacen sus sueños realidad" o sus sueños los viven, o algo así decía..


un beso eli =)